Honor Rose va a ir a Harvard. No hay peros que valgan: tiene la misión de salir de su ciudad natal y eso significa Harvard, aunque tenga que sabotear a los otros mejores estudiantes de su instituto para tener una oportunidad de conseguir que su espeluznante orientador le pida un favor con sus contactos en la Ivy League.
Sociedad de Honor (2022) comienza como un típico drama de madurez. Honor (Angourie Rice) recuerda a Cher Horowitz de Clueless, y la trama no es muy distinta a la de todas las películas de instituto de principios de los 2000: a pesar de tener sobresalientes, una lista de impresionantes actividades extraescolares, experiencia como voluntaria y la atención del orientador (que está preocupante e inapropiadamente enamorado de ella), hay tres personas que podrían conseguir el codiciado LOR en lugar de ella, y ella tiene que acabar con ellos. Su competencia es el raro cerebrito Michael (Gaten Matarazzo de Stranger Things), la tímida y sin amigos aspirante a dramaturga Kennedy (Amy Keum), y el popular atleta estrella Travis (Armani Jackson).
Sociedad de Honor rompe regularmente la cuarta pared, lo que fue el primero de una serie de giros en el arquetipo de “película de adolescentes”. Como Fleabag o Deadpool, Honor se dirige al público para revelar sus maquinaciones maquiavélicas sin ambages, ofreciéndonos un vistazo a su mente a un nivel que no vemos con otros personajes. Su personaje público es muy diferente, una imagen perfectamente elaborada de la dulce y sana bonachona que intenta ser la persona favorita de todo el mundo.
El caso es que, por mucho que intente ser taimada, resulta que Honor en realidad es algo sano – y eso pone en aprietos sus planes.
Rápidamente queda claro, a medida que Honor pone en marcha su plan, que 1) su “competencia” son en realidad todos gente muy guay, y 2) Honor en realidad no quiere hacerles daño.
Su plan para despistar a Kennedy -hacer que el club de teatro ponga en escena su obra y así distraerla, haciendo que sus notas bajen antes de los parciales- en realidad ayuda a…