Crítica de ‘El teorema de Marguerite’: Todo se encadena como en un teorema, no por conocido, menos eficaz
La novela ‘El teorema de Marguerite’, escrita por el autor español José Luis García Sánchez, ha llegado a las librerías con una propuesta intrigante, tanto por su título como por su estructura narrativa. La obra se presenta como un juego intelectual y emocional que nos invita a explorar los vínculos entre las vidas de sus personajes, todos ellos atrapados en un entramado de relaciones que se asemeja a un delicado teorema matemático.
Desde el primer capítulo, nos encontramos con la figura de Marguerite, una mujer cuya vida parece regida por un conjunto de reglas tácitas que, de forma similar a un teorema, dictan sus decisiones y su realidad. La brillantez del título radica precisamente en esta alusión a la lógica y a la razón, elementos que, aunque se perciben como inamovibles, se encuentran en constante debate a lo largo de la narrativa. El autor logra establecer un paralelismo entre la vida de Marguerite y la forma en que los teoremas matemáticos funcionan: desde unos axiomas iniciales, se van deduciendo consecuencias que a veces escapan al control de quienes los formulan.
Uno de los logros más destacados de la novela reside en su capacidad para entrelazar las historias de secundarios que, a primera vista, parecen independientes. A medida que avanzamos en la lectura, descubrimos que cada personaje es un eslabón en la cadena que conforma el universo de Marguerite. Este entramado crea un efecto de maravilla y de desasosiego, pues, como en la vida real, a menudo las decisiones de uno repercuten en los demás de formas inesperadas.
El estilo de García Sánchez es envolvente y meticuloso. Utiliza un lenguaje claro, pero lleno de matices, que permite que el lector se adentre en la psicología de los personajes sin perder de vista el conjunto que los une. La atención al detalle es notable; cada escena parece estar diseñada con precisión matemática, lo que hace que, aun siendo una novela ficticia, se sienta como una alegoría de la existencia humana.
Si bien la obra es rica en simbolismo, no se libra de ciertas críticas. Algunos lectores pueden encontrar que la trama, aunque ingeniosamente construida, puede llegar a sentirse predecible. La idea central del teorema, que se viene repitiendo a lo largo del libro, podría considerarse como un recurso agotado en momentos determinados, lo que le resta un poco de fuerza a la narrativa. Sin embargo, no se puede negar que cada revelación está sembrada de una inteligencia que, aunque familiar, no deja de resultar impactante.
En conclusión, ‘El teorema de Marguerite’ es una obra que desafía las normas de la novela contemporánea. A través de su estructura y su aproximación a las relaciones humanas, García Sánchez nos recuerda que, aunque las vidas pueden ser predecibles en su desarrollo, cada elección y cada consecuencia gira en torno a una red compleja de interacciones. La metáfora del teorema es acertada; se trata de un recordatorio de que, a pesar de las decisiones que parecemos tomar con libertad, todo está encadenado en una matriz lógica que escapa a nuestra comprensión total. En cierto modo, ‘El teorema de Marguerite’ es un alegato sobre la inevitabilidad de las consecuencias y la belleza de lo interconectado, dándole al lector mucho en qué reflexionar mucho después de haber cerrado el libro.